La periodontitis es una enfermedad crónica que afecta los tejidos que rodean y sostienen los dientes, como las encías, el ligamento periodontal y el hueso alveolar. Su origen está en la acumulación de bacterias, que desencadenan una respuesta inflamatoria progresiva. Aunque puede avanzar de forma silenciosa y sin dolor evidente, si se detecta a tiempo y se sigue un tratamiento adecuado, es posible detener su avance, controlar los síntomas y mantener una buena calidad de vida oral.
El tratamiento de la periodontitis no es único ni inmediato. Se compone de varias etapas que tienen como objetivo principal eliminar la causa de la enfermedad, reducir la inflamación, detener la destrucción de los tejidos y establecer un plan de control a largo plazo. Cada etapa cumple un papel clave y requiere el compromiso del paciente para lograr resultados duraderos.
1. Eliminación del factor etiológico
El primer paso del tratamiento consiste en eliminar el factor principal que causa la enfermedad: las bacterias acumuladas en la boca. Esto se conoce como la fase inicial o fase higiénica del tratamiento, y es fundamental para que los tejidos comiencen a recuperarse. Esta etapa incluye dos acciones complementarias:
- Higiene bucal del paciente: El paciente debe adoptar una técnica de cepillado correcta, utilizando cepillos de cerdas suaves, limpiadores interdentales (como el hilo dental o cepillos interproximales), y, en algunos casos, enjuagues antibacterianos. La constancia en la rutina de higiene diaria es esencial, ya que sin ella el tratamiento no puede avanzar.
- Intervención del profesional: El odontólogo realiza una profilaxis profesional, también conocida como limpieza dental, para eliminar la placa y el sarro acumulado en la superficie de los dientes (supragingival). Esta limpieza es clave porque, aunque el paciente tenga buena higiene, hay zonas a las que no se puede acceder sin instrumental profesional.
Esta fase inicial ya puede producir mejoras notables en la salud de las encías. Muchas veces, solo con una buena higiene y la eliminación de sarro visible, disminuyen el sangrado, el mal aliento y la inflamación. No obstante, en casos moderados o avanzados, se requiere una intervención más profunda.
2. Raspado y alisado radicular
Cuando el sarro se acumula por debajo de la línea de la encía, en las llamadas bolsas periodontales, se hace necesario un procedimiento conocido como raspado y alisado radicular. Esta técnica, también denominada “curetaje”, permite limpiar profundamente las raíces de los dientes para remover las bacterias y el sarro subgingival que no pueden ser eliminados con un cepillo o en una limpieza superficial.
El raspado se realiza con instrumentos manuales o ultrasónicos y puede requerir anestesia local para mayor comodidad del paciente. El objetivo del alisado radicular es dejar la superficie dental libre de irregularidades, lo que reduce la adherencia de bacterias y favorece la cicatrización de los tejidos periodontales.
Tras este procedimiento, es común que las encías se retraigan ligeramente, ya que disminuye la inflamación que las mantenía agrandadas. También puede haber sensibilidad dental temporal, especialmente al frío o al tacto, que generalmente disminuye con el tiempo y una correcta higiene.
3. Cirugía periodontal (si es necesaria)
En casos avanzados de periodontitis, o cuando persisten bolsas profundas después del raspado, puede ser necesaria una cirugía periodontal. Esta intervención tiene como finalidad acceder a las zonas donde el sarro y la infección se alojan con mayor profundidad, y que no pueden ser tratadas adecuadamente mediante técnicas no quirúrgicas.
Existen diferentes tipos de cirugía según el caso clínico:
- Cirugía de colgajo: se realiza una incisión para separar la encía del diente y acceder a las raíces, permitiendo una limpieza más efectiva.
- Cirugía regenerativa: en algunos casos, se pueden aplicar biomateriales o injertos óseos para intentar regenerar parte del tejido perdido.
- Cirugía estética periodontal: puede ser necesaria para mejorar la apariencia de la encía cuando ha habido retracción o pérdida de volumen.
Este tipo de intervención se realiza bajo anestesia local y con controles estrictos. Aunque puede generar cierto temor, los resultados suelen ser muy favorables si se acompaña de un buen mantenimiento posterior.
4. Mantenimiento a largo plazo
Una vez finalizado el tratamiento activo, el paciente entra en la fase de mantenimiento. Esta etapa es crucial para evitar recaídas, ya que la periodontitis es una enfermedad crónica con tendencia a reactivarse si no se controla.
Durante esta fase, el paciente debe asistir a controles periódicos, generalmente cada tres o cuatro meses, en los cuales el profesional:
- Evalúa el estado de las encías y la profundidad de las bolsas.
- Refuerza las instrucciones de higiene bucal.
- Realiza limpiezas de mantenimiento para eliminar la placa y el sarro acumulado.
El intervalo entre visitas puede variar según el riesgo individual de cada paciente, su historial de la enfermedad y su capacidad para mantener una buena higiene diaria. La constancia en esta etapa es tan importante como el tratamiento en sí, ya que el éxito a largo plazo depende de mantener las bacterias bajo control.
Conclusión
La periodontitis no solo es tratable, sino que puede mantenerse bajo control con un enfoque disciplinado y una estrategia bien estructurada. El tratamiento incluye desde la mejora en la higiene personal hasta procedimientos más complejos como el raspado o incluso la cirugía, si es necesario. Pero lo más importante es que el paciente entienda que el tratamiento no termina cuando los síntomas desaparecen: debe continuar con visitas regulares y una higiene constante para mantener los resultados.
- El primer paso es eliminar las bacterias mediante una buena higiene en casa y una profilaxis profesional.
- El raspado y alisado radicular es fundamental para limpiar en profundidad debajo de la encía.
- En casos más complejos, se puede recurrir a cirugía periodontal para acceder mejor a las zonas afectadas.
- El mantenimiento cada 3 o 4 meses permite controlar la evolución y prevenir recaídas.
- El compromiso del paciente es clave para lograr resultados sostenibles en el tiempo.
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